Como reza en su web, Andrés Dïaz Nicolás, es ingeniero agrícola, paisajista, escultor y grafómano. Dice que prefiere “dedicar cuatro horas, o diez, a una caligrafía sobre un poema de Quevedo y regalárselo al alguien que lo aprecie. Ondas selectivas, quizás”. Ahora, esas ‘ondas’ se pueden recorrer con la mirada en los espacios de Encuentro.
¿Cómo se pasa de ingeniero agrícola a artista?
Quizás la pregunta sería a la inversa: ¿cómo un artista se somete al antiestético ejercicio de obtener una ingeniería? Pretendía vivir de la jardinería en España, creando espacios más allá del cuadro, del muro… me encantó aprender a elaborar maquetas y, a ratos, he vuelto al muro.
¿Cómo definirías tu estilo?
La verdad es que se redefine por temporadas. Cuando creo, sólo pretendo reflejar mi orden personal, empleando la geometría para compartir pensamientos ajenos, poesías o fragmentos de obras interesantes que han contribuido a generar dicho orden. Creo que es importante contribuir al eco de lo bueno; volvemos a los muros.
Te centras sobre todo en la forma, el volumen y la luz… ¿por qué son para ti los puntos clave?
Quizás porque definen el espacio que habitamos, desde la idea a lo concreto –que es lo más efímero–. Cada uno tenemos una idea de belleza personal, pero no de un círculo o un cuadrado. Cuando compones con formas geométricas simples, evitas en gran parte el filtro de la preferencia personal basada en la experiencia, y puedes conectar con el gusto primario, cercano al gusto por el equilibrio natural. Curiosamente tiene mucho de instintivo.
Con los juegos de volúmenes abstractos disfruto sin más. Cada cierto tiempo necesito plantear problemas de composición en el espacio, tratando de obtener un objeto autónomo, independiente de la escala y del material sobre el que se trabaje. Detrás de cada pieza hay mucho tiempo, muchas pruebas, mucho descarte. Casi ninguna supera el proceso, aunque no sabría decir qué criterios aplico.
En cuanto a la luz, creo que es la materia prima del arte plástico. Sin ella no hay color, no hay volumen, no hay composición. El interés se centra en el gesto, el concepto, la inclusión del espectador… y se obvia el elemento que articula todo. Es como basar el disfrute de un bosque virgen en el examen con lupa de la corteza de los árboles o buscando piedras de cinco gramos.
¿Puedes explicar brevemente qué es el ‘model pastel’?
Es el estilo de graffiti que simula profundidad sobre el muro. Las letras se articulan y los juegos de luces y sombras hacen el resto. Es un estilo muy elaborado que se aleja del origen del graffiti, en el que la inmediatez marca la pauta.
¿Es el graffiti un arte menospreciado en España?
No es un arte; actualmente se encuentra a caballo entre el vandalismo y la reafirmación personal de una generación inmadura “Aquí estoy, fulano de tal” y se dedican a replicar el grito por todas partes, aunque sólo le importe a otros del gremio. El coste para todos es enorme y no suele ayudar a superar la infancia.
Es verdad que hay personas con inclinaciones artísticas en contacto con el graffiti, y otros que han escogido sus medios materiales para expresarse y crear obras de entidad artística. Pero el uso de sprays para poner tu nombre en todos los cierres de Madrid responde al precio, porque hacerlo con óleo les saldría carísimo.
Lo interesante del graffiti es la variedad de estilos y motivaciones: gesto, color, volumen, obsesión por llenarlo “todo” de “algo”. Es una plaga con efectos colaterales artísticos, y los nuevos urbanitas lo asumimos como parte de la ciudad.
¿En qué te inspiraste para la exposición Ondas?
No lo sé. Llevo tres años jugando con círculos y caligrafía y se ha llegado a ese tipo de composiciones. Son las que funcionan, por ahora. Es verdad que el concepto de onda casa muy bien con el origen del proyecto: compartir lo que consideras bueno, rebotándolo tras madurarlo suficientemente. Pretender sustituir la reflexión y la dedicación con un LIKE o una foto compartida resulta escaso. Prefiero dedicar cuatro horas, o diez, a una caligrafía sobre un poema de Quevedo y regalárselo al alguien que lo aprecie. Ondas selectivas, quizás.
¿Qué opinas de la iniciativa de Encuentro de ceder los espacios como galerías de arte?
Es una iniciativa interesante, pero me gustaría hacer una apreciación: creo que lo que hacemos no es arte. Hay modistos geniales, sastres de barrio y fabricantes de albornoces, pero la ausencia de los primeros no permite ocupar su lugar a los últimos. La honradez, junto con la luz, son los grandes olvidados del arte.
En cuanto al formato de galería de variedades artísticas, tiene su interés, especialmente para los trabajadores de las oficinas. Los cambios periódicos de decoración pueden influir positivamente en el ambiente.
¿Vives de la pintura?
No, pero el objetivo de pagarse el vicio se ha logrado. Lo que se gana, se reinvierte en seguir creando. Disfruto y comparto, como buen sastre de barrio.